Llégate la muerte, te corneó despiadado revolviéndose entre ira y pánico, mezclando su sangre con la tuya, coso en rojo.
Saltan a la arena tus tripas, de tus ojos, lágrimas de dolor enrabietado ante lo que no elegiste. Podríais haber convivido sobre un campo de amapolas, otro teñir de rojo la primavera al sol de mayo, correteando la libertad añorada que fascina por su ausencia. Bucólico sueño imposible a estas horas.
Ya es luto, el otro color que tiñe la tarde; se llenó de muerte, miedo, desconcierto, atrocidad impulsada por un brazo firme. Escorzo que sirvió de ensayo de lo que más tarde iba a reflejarse en otro lienzo, otro pesar … ensayo macabro, reflejo de otras cornadas venidas del cielo, para recrear el infierno .
Mueres clavado en sepia, tu color eterno, te regalaron una grácil postura de amarga belleza, qué impactó e impacta, por su negrura infinita, por su rojo atardecer; qué desgracia se intuye, así por los restos, congelada en el lienzo. Mala suerte la tuya y la de tu enemigo, que obviada por el pintor, corrió igual ventura.
Espanta la tragedia que ha de venir, con sangre pero sin sangre, con dolor pero pétrea, vigorosa y quieta, como quien contiene la respiración ante el terror de tu resuello, jamás terminarás de caer.
Coraza
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